BLOG · Los cuartetos de cuerda de Shostakóvich: un biopic musical

26/09/2023 – Oriol Pérez Treviño

Aparte de los Quince cuartetos de cuerda de Dmitri Shostakóvich (1906-1975), pocas integrales de música de cámara muestran de forma tan nítida y diáfana no sólo la trayectoria compositiva, sino también la biografía de su creador. Hay que decirlo lo antes posible: si alguien quiere hacerse una idea de la trayectoria compositiva y biográfica de Shostakóvich, debe escuchar esta integral. Desde su primer cuarteto de 1938, Opus 49, hasta el último, Opus 144, de 1974, todos ellos muestran la complejidad, la tortuosidad y las vicisitudes de un compositor que, como bien nos recuerda Berta Coll en las notas en el programa de los dos primeros conciertos de la integral, sigue siendo un compositor del que se acostumbran a programar sólo unas obras muy concretas y determinadas. Es por ello que hay que considerar la programación de la integral de los cuartetos de Shostakóvich con el Quartet Casals dentro de la temporada de L'Auditori como un evento en toda regla, justo cuando se celebra el vigésimo quinto aniversario de la inauguración de este equipamiento y muchos de los que ya empezamos a tener una edad aún recordamos la primera mítica integral interpretada por el Brodsky Quartet.

Dmitri Xostakóvitx: Quartet de corda n. 8 en do m, op. 110 (1960)

No será el articulista quien volverá a insistir en que distintos musicólogos han determinado que estos quince cuartetos, junto con los seis de Béla Bartók (1881-1945), constituyen el corpus cuartetístico más importante del siglo XX. Sin embargo, es obvio que no podemos olvidar otras importantes producciones, como la serie de los dieciocho cuartetos de Darius Milhaud (1892-1974), los trece de Ernst Toch (1887 -1964), los seis de Paul Hindemith (1895-1963), los cinco de Michael Tippett (1905-1998) y Walter Piston (1894-1976), los cuatro de Benjamin Britten(1913-1976) o los dos de György Ligeti (1923-2006) y Krzysztof Penderecki (1933-2020).

De todos modos, la pregunta que debemos hacernos es: ¿por qué un aura mítica y de culto ha acompañado siempre esta integral de Shostakóvich? No es, evidentemente, una pregunta fácil de responder, pero una primera aproximación la podemos encontrar en un artículo publicado en el Timestras el estreno en Estados Unidos de América de la Sinfonía n. 12 “el Año 1917” (1961). En este artículo, el crítico se preguntaba si existían «dos Shostakóvich. Uno que es para cubrir el expediente oficial y otro difícil, intelectual, personal y refinado». Esta reflexión la hacía poniendo de lado aquella duodécima sinfonía y la anterior, la Sinfonía n. 11el Año 1905” (1905), una obra magnífica que, a juicio de Mstislav Rostropóvich, se erige como un réquiem por todas las revueltas que han fracasado.

Hay quien ha dicho que, a diferencia de lo que le ocurrió en otros géneros como la sinfonía, en la composición de cuartetos de cuerda Shostakóvich supo encontrar el medio más idóneo para encontrar su propia voz. Esto es: la verdadera 'necesidad interior', alejada de las imposiciones estéticas que llevaron al compositor, en diferentes momentos de su trayectoria, a crear obras que pueden calificarse perfectamente de absoluta impostura, ya que las concibió bajo los parámetros y criterios de las imposiciones externas.

No es éste el caso de los cuartetos de cuerda, que nos muestran el Shostakóvichmás personal y subjetivo donde palpita una de las cuestiones que más han ocupado esta figura de la música rusa: su relación con el poder.

Dmitri Xostakóvitx: Quartet de corda n. 15 en mi b m, op. 144 (1974)

Nos proponemos en este artículo sugerir al lector dos herramientas de documentación y reflexión para una temática que, cuarenta y ocho años después de su muerte, todavía suscita controversia. Se trata de una controversia causada por una proyección interesada de una determinada musicología, que quizá sería mejor llamar musicoideología, al presentar Shostakóvich como un músico dual que trabajaba para el régimen soviético como modo de subsistencia y al mismo tiempo rellena su música de 'pistas' o 'mensajes ocultos' enviados al mundo no soviético a través de un lenguaje musical críptico y simbólico. Mientras que la obra sinfónica encierra una exaltación patriótica y revolucionaria, así como una visión más antifascista y antibelicista, en estos cuartetos de cuerda encontramos un compositor que nos revela su visión íntima de las cosas, a pesar de su complejidad.

Es la complejidad que retrata el escritor británico Julian Barnes (1946) en la novela El ruido del tiempo (Editorial Angle, 2016), donde se nos detalla la relación entre el compositor y el sátrapa Yósif Stalin (1878-1953), relación convertida en un ejemplo de la desolación a la que se puede llegar en la siempre compleja relación entre arte y poder. La historia de esta relación parece que se inició el 26 de enero de 1936, cuando Stalin asistió a la representación de la ópera de Shostakóvich Lady Macbeth de Mtsensk en el Teatro Bolshoi de Moscú. Lo hizo a escondidas, desde el palco reservado al gobierno y que era oculto. Shostakóvich, sin embargo, sabía que Stalin estaba allí e hizo saber su preocupación. Dos días después apareció publicado en Pravda un demoledor editorial que acusaba de desviacionistas y decadentes tanto al compositor como a su obra. Todavía hoy se discute si el editorial fue escrito por el propio Stalin, pero es evidente que estaba al corriente. Esto sucedía pocos meses antes del inicio de la Gran Purga o Gran Terror (Black terror), que, según algunas fuentes, llegó a provocar un millón de muertos. Shostakóvich, sin embargo, sobrevivió y compuso música heroica y patriótica durante la Segunda Guerra Mundial. Incluso el régimen comunista le envió como uno de sus representantes en el Congreso Cultural y Científico para la Paz Mundial en Nueva York, en marzo de 1949, sin alejarse nunca un milímetro de los dictámenes de los comisarios políticos. Sobrevivió adaptándose y adaptando su música a la estética del régimen. Tuvo que abjurar de amigos y maestros y, como es sabido, lo hemos acabado reconociendo como uno de los compositores más grandes del siglo XX, pero para lograrlo tuvo que dejar por el camino parte de su dignidad y ambición artística. Posiblemente también una parte de su alma. Esta alma es la que encontramos expresada y autoexpresada en los cuartetos de cuerda, donde la sucesión cronológica se erige como un biopic que no es cinematográfico sino musical.

Otra fuente importante para comprender algo mejor al compositor de San Petersburgo es la película documental The War Symphonies: Shostakóvich Against Stalin (1997), dirigida por Lary Weinstein. Basada en el libro Testimonio(1979) del pianista y periodista Solomon Volkov (1944), transmite una visión que rompe los clichés tradicionales, ya que presenta Shostakóvich como un opositor a Stalin y afirma que en sus composiciones depositó mensajes contrarios al gobierno en sus composiciones. La polémica está servida y hay quien ha puesto en duda la lectura de Volkov. Algo parece bastante claro: Stalin murió el 5 de marzo de 1953, justo el mismo día de la muerte de Serguei Prokófiev(1891-1953). Shostakóvich nunca había militado en el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), pero se convirtió en miembro en 1960.

Cuestiones políticas y hermenéuticas al margen, la oportunidad de disfrutar de la integral de los cuartetos del controvertido compositor es uno de los platos fuertes de la temporada de cámara y se podrá escuchar los días 3-4 de octubre de 2023, 30-31 de enero y 14-15 de mayo de 2024.

Oriol Pérez Treviño

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