DMITRI SHOSTAKÓVICH
(San Petersburgo 1906 – Moscú 1975)

Cuarteto de cuerda n.º 6 en Sol mayor, op. 101

(1956) – 24′

Allegretto
Moderato con moto
Lento
Lento – Allegretto

cuarteto de cuerda n.º 7 en fa # menor, op. 108

(1960) – 14′

Allegretto
Lento
Allegro-Allegretto

PAUSA 15′

cuarteto de cuerda n.º 8 en do menor, op. 110

(1960) – 20′

Largo
Allegro molto
Allegretto
Largo
Largo

CUARTETO CASALS

Vera Martínez, violín
Abel Tomàs, violín
Jonathan Brown, viola
Arnau Tomàs, violonchelo

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por Berta Coll i Bosch

«Pensé que, una vez muerto, nadie me dedicaría una obra. Así que decidí hacerlo yo mismo», escribió Dmitri Shostakóvich en julio de 1960, en una carta a su amigo Isaac Glikman. Dicho y hecho. El Cuarteto de cuerda n.º 8 en do m, op. 110(1960), indiscutiblemente popular, considerado el cuarteto más logrado de los quince que compuso entre 1938 y 1974, no solo está dedicado «a las víctimas del fascismo y de la guerra» –como aparecía en la partitura–, sino también «a la memoria del compositor». No es extraño, pues, que sea una de sus obras más autorreferenciales; con un sonido empapado de aflicción, el violonchelo abre el primer movimiento anunciando las cuatro notas del motivo DSCH, que corresponden a las iniciales del compositor. Este criptograma se repite en cada uno de los cinco movimientos del cuarteto y se convierte en central en el allegretto, el tercer movimiento. Shostakóvich entendió la música como una carrera de fondo; a pesar de las presiones del régimen soviético, supo situar la composición por encima de los senderos pedregosos de índole política y social, a menudo con un punto de socarronería. El motivo DSCH, que también aparece en obras como la Sinfonía n.º 10 y el Concierto de cuerda n.º 8, revela esta voluntad de unidad más allá de las circunstancias históricas.

Shostakóvich compuso el Cuarteto n.º 8 en menos de una semana, durante una estancia en Dresde en julio de 1960, mientras trabajaba en la banda sonora de la película soviética Cinco días, cinco noches. Es un buen ejemplo de que la calidad de una obra no siempre es directamente proporcional al tiempo que el artista le ha dedicado. Ahora bien, la popularidad de este cuarteto no debe eclipsar a los dos que le preceden, de una belleza sutil y a veces desoladora. El Cuarteto de cuerda n.º 6 en Sol, op. 101(1956) –que también juega con las notas DSCH, en este caso como un acorde al final de cada uno de los cuatro movimientos– tiene un aire desenfadado, melódicamente despreocupado y sigue los cuatro movimientos clásicos, sin grandes rupturas formales, y con un guiño a Prokófiev en el tercer movimiento. Pero detrás de las formas sencillas, algunas estridencias revelan una pátina de perturbación. Es verdad que Shostakóvich vivía un momento vital contradictorio: en verano de 1956, cuando compuso el Cuarteto n.º 6, se acababa de casar con Margarita Kainova, pero en 1954 había muerto su primera esposa, Nina Varzar. Esta tensión entre la vitalidad y la tristeza, aún no asimilada, también se pone de manifiesto en el Cuarteto de cuerda n.º 7 en fa # m, op. 108(1960), una obra con pasajes intencionadamente primitivos, dedicada a la esposa difunta. Si en los otros cuartetos Shostakóvich había seguido una estructura tonal para dar unidad al ciclo, aquí rompe el patrón con la tonalidad de fa sostenido menor, una elección consciente que dota a la obra de un carácter afligido y sombrío.

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