PAIRIDAEZA

Marina Herlop: dirección musical, voz, piano y teclado

Takk (Mireia Luzárraga + Alex Murillo): disseny despai

Òscar Garrobé: bajo y voz

Toni Llull: percusión y voz

Marta Torrella: voz y teclado

Helena Ros: voz y pad

Laia Duran Lorena Nogal: coreografía y movimiento

Roger Vila: direcció escènica

Mariona Ibáñez: ayudantía de dirección y dramaturgia, producción

Guillermo Bonfill: diseño de luces

Kiala Kanzi, Guillermo Estevan: estilismo y joyas

Anjana Berger: confección vestido de látex

Álvaro Marín: maquillaje y peluquería

Laura Viñals: producción

 

Agradecimientos: Foehn Records y El Pumarejo

COMENTARIO

En este concierto interdisciplinario, en diálogo con la arquitectura de Takk, las artes escénicas y la danza, Marina Herlop utiliza la imagen del jardín para que el espectador pueda acercarse desde un nuevo ángulo a una actividad aparentemente tan esotérica como es la síntesis de una obra artística. En contra de conceptos crípticos menudo asociados al proceso creativo como son la inspiración o el talento, que nos inducen a ver al artista como una especie de ídolo o genio, desde este espectáculo se quiere reivindicar una visión de la creación ligada a la perseverancia, el estudio, la práctica o la entrega. 

El jardín es la parcela más pequeña del mundo, y a la vez es todo el mundo. Las culturas antiguas ya dedicaron una atención especial a la poética que esconde este pequeño espacio rodeado de muros -los persas se referían con el término pairidaeza, que dio lugar a la palabra paraíso-. En el jardín, la naturaleza indómita queda limitada y ordenada por la mano humana, y este procedimiento tiene muchas concomitancias con el que lleva a cabo el creador artístico: en lugar de sobreponerse a su obra y actuar con total libertad, el buen jardinero -y el buen creador- debe conocer bien el espacio, las especies, las estaciones, y jugar con estos conocimientos para conseguir que el espacio despliegue todas sus posibilidades estéticas. 

En este espectáculo, vemos una jardinera -una artista- que hace una expedición hacia una naturaleza salvaje donde habitan especies y parajes que sobrepasan lo que el ojo humano puede captar. En el plano alegórico, este espacio agreste es el mundo abstracto donde descansan los preceptos artísticos, los arquetipos y las fórmulas que superan la capacidad de nuestro intelecto, pero a los que la creadora ha de intentar aproximarse para que su obra esté integrada en su espacio y momento histórico y no se marchite con el paso del tiempo. Tras una fase abrumadora en que la jardinera se compara con la vastedad y inextricabilitat de este lugar y entiende su insignificancia, aprende a ordenar esta naturaleza: le pone límites y le da forma, esforzándose se mucho pero sin pretensiones , y el mundo natural abstracto se lo agradece porque, de otro modo, este no llegaría nunca a descender al plano humano. Lejos de subordinar la obra a su persona o voluntad, la creadora hay pacta: la hace existir a cambio de que esta encamine su vida y le ofrezca el placer de cuidarla.

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