WOLFGANG AMADEUS MOZART
(Salzburgo 1756 - Viena 1791)

Sinfonía n.º 25 en sol menor, KV 183

(1773) – 20

Allegro con brio
Andante
Menuetto
Allegro

 

FRANZ JOSEPH HAYDN
(Rohrau 1732 – Viena 1809)

Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1 en do mayor, H VIIb:1

(1761-65) – 25

Moderato
Adagio
Finale: Allegro molto

Kian Soltáneo, violonchelo

 

PAUSA 20

 

THOMAS ADÈS
(Londres 1971)

Lieux retrouvés para violonchelo y orquesta

1a audició – 17

I. Les eaux
II. La montagne
III. Les champs
IV. La ville – Cancan macabre

Kian Soltáneo, violonchelo


WOLFGANG AMADEUS MOZART

Sinfonía n.º 38 en re mayor, KV 504, “Praga”

(1786) – 30

Adagio - Allegro
Andante
Presto

ORQUESTA SINFÓNICA DE BARCELONA Y NACIONAL DE CATALUÑA
KIAN SOLTANI, VIOLONCHELO
STEPHANIE CHILDRESS, DIRECCIÓN

 

PRIMEROS VIOLINES Raúl García, asistente de concertino /  Maria José Aznar / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Natalia Mediavilla / Katia Novell / Pilar Pérez / Jordi Salicrú / Ana Kovacevic* SEGONS VIOLINS Alexandra Presaizen, solista / Maria José Balaguer / Jana Brauninger / Patricia Bronisz / Claudia Farrés / Mireia Llorens / Melita Murgea / Josep Maria Plana / Robert Tomàs VIOLAS Benjamin Beck, solista / Aine Suzuki, solista / David Derrico / Christine de Lacoste / Franck Heudiard / Sophie Lasnet / Miquel Serrahima / Andreas Süssmayr VIOLONCELS  José Mor, solista / Olga Manescu, asistente / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Jean-Baptiste Texier CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dimitri Smyshlyaev, asistente / Jonathan Camps FLAUTES  Francisco López, solista / Beatriz Cambrils OBOÈS  Dolors Chiralt, asistente / Jose Juan Pardo CLARINETS  Josep Fuster, asistente / Alfons Reverté, clarinete bajo  FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Slawomir Krysmalski, contrafagot  TROMPAS  Juan Conrado García, asistente / Juan Aragón / Pablo Marzal, asistente de tercero / David Bonet TROMPETAS Angel Serrano, asistente / Miguel Herráez* TROMBONS  Eusebio Sáez, solista TIMBALAS Manuel Martínez*, solista invitado PERCUSSIÓ Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila / Manuel Roda* ARPA Magdalena Barrera, solista  PIANO Jordi Torrent*  

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger  
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignacio Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández *

COMENTARIO

por Eva Sandoval

"Es bueno que haya muerto"

El checo Franz Xaver Niemetschek recoge en la segunda edición de su temprana biografía de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) de 1808 el siguiente testimonio: “Un compositor, no poco conocido y residente en Viena, dijo a un colega ante la muerte de Mozart, con gran seriedad y rectitud: —Por supuesto que es una lástima para un genio tan grande, pero para nosotros es bueno que haya muerto. Porque si hubiera vivido más tiempo, lo cierto es que el mundo no habría dado ni un mendrugo por nuestras composiciones”. Tal era la fama y consideración del compositor austríaco entre sus compañeros de profesión.

Hijo de su tiempo, Mozart se dejó contagiar por el espíritu de patetismo que se desprendía del movimiento que creció en Europa en las décadas de 1760 y 1770 y que arraigó en territorio germánico con el nombre de Sturm und Drang (tormenta e ímpetu). Por primera vez, en su personal Sinfonía n.º 25 en sol m, KV. 183 (1773), adscribe una página sinfónica a una tonalidad menor, ese modo de naturaleza triste y melancólica que fue vehículo de transmisión en la búsqueda de los efectos dramáticos de la nueva corriente. El allegro con brio inicial nos sorprende por el vigor, la fiereza y la teatralidad de las síncopas, las figuraciones rápidas, los amplios saltos melódicos y los marcados contrastes dinámicos. En el andante, con sordina, la expresión es más amable y contenida. El menuetto retoma la agitación interior, solo pausada en el trío de los vientos. Y el allegro final explota de nuevo el recurso de la síncopa, de los largos pasajes en unísono y del valor expresivo de los silencios.

Dentro del extenso y variado catálogo mozartiano no conservamos ninguna obra para violonchelo solista, aunque sí escribió un concierto para este instrumento en 1775, que está perdido. Podemos destacar la parte de chelo de los Cuartetos prusianos, dedicados al rey de Prusia Friedrich Wilhelm II, quien era un diestro intérprete de este instrumento. Precisamente, tocando las partes de violín y viola de cuartetos de cuerda pasaron muy buenos momentos juntos Mozart y Joseph Haydn (1732-1809), quien afirmó sobre su gran amigo Wolfgang: “¡La posteridad no volverá a ver un talento semejante en cien años!”.

Haydn, por su parte, sí que nos dejó una obra de capital importancia para el repertorio chelístico: su Concierto para violonchelo y orquesta n.º 1 en Do, Hob.VIIB:1. La obra data del período comprendido entre 1761 y 1769, la primera etapa de su trayectoria al servicio de los príncipes Eszterházy, y habría sido escrita para valorar el virtuosismo de los músicos que tenía a sus órdenes en la corte, como era el caso de Joseph Franz Weigl, chelista principal de la formación. El manuscrito de la obra estuvo perdido hasta que se redescubrió en los Fondos Radenin del Museo Nacional de Praga dos siglos después, en 1961. La calidad de su escritura es especialmente sobresaliente en el primer movimiento, moderato, con la elegante introducción orquestal y la brillantez y acusada dificultad de la escritura para el solista. El adagio nos ofrece todas las virtudes del sonido aterciopelado y cantábile del violonchelo. Y, para concluir, Haydn compone un ágil y virtuoso allegro molto en el que miden sus fuerzas el solista y el tutti. La tesitura constantemente aguda, la rapidez de las figuraciones rítmicas y los pasajes en octavas hacen de este extraordinario movimiento un verdadero tour de forcé para el solista.

El británico Thomas Adès (1971) también ha sabido situarse en la primera línea de la creación de su tiempo gracias al anclaje de su obra en géneros y códigos compositivos de la tradición occidental y a la influencia de las sonoridades urbanas, pero, sobre todo, a la organicidad de sus partituras, cuyo lenguaje transmite la sensación de un proceso natural que se desarrolla. Lieux retrouvés (2009), original para chelo y piano, fue resultado de un encargo del Festival de Aldeburgh, el Wigmore Hall y el Carnegie Hall. Hoy la escuchamos en su estreno en España en la versión de 2016 para violonchelo y orquesta. Su dedicatario, el chelista Steven Isserlis, afirma lo siguiente sobre ella:

“Toma influencias de todas partes, de Offenbach, del jazz, del barroco francés, incluso del minimalismo […] La apertura [“Les eaux”] representa el agua en calma […] El segundo movimiento [“La montagne”] retrata tanto a los montañeros como a las montañas, sus pasos crujiendo en los caminos […] El movimiento lento [“Les champs”] nos lleva a un pacífico campo nocturno, los animales descansan, su aliento se eleva hacia el cielo […] El final [“La ville”] se describe mejor por su subtítulo, ‘Cancán macabro’; todo luces brillantes, picardía coqueta y sobreexcitación grotesca”.

La mencionada biografía mozartiana de Niemetschek destaca el entusiasmo con el que Praga recibía siempre a Mozart. Allí se estrenó la Sinfonía n.º 38 en R ‘Praga’, KV. 504 (1786) en enero de 1787, semanas después de la exitosa presentación en la ciudad de Las bodas de Fígaro y apenas nueve meses antes del estreno absoluto de Don Giovanni. Es posible que la sinfonía fuera escrita exprofeso para la primera visita de Mozart a la capital bohemia, con cerca de 31 años. Por eso, ante la incertidumbre de saber con qué instrumentos podría contar, el autor no habría incluido clarinetes ni tampoco el habitual minueto, ya que en Praga se seguía prefiriendo la estructura sinfónica en tres movimientos. Pero quizás la conexión con la simbología masónica del número tres hubiera justificado esta decisión (de sus hermanos masones parte la iniciativa de la invitación a Praga), al igual que la característica llamada con la que se abre la extensa y majestuosa introducción adagio del primer movimiento, que es un enérgico y heroico allegro. El andante se caracteriza por su cualidad cantábile y cromática, así como por la alternancia del modo mayor y el menor que tiñe de luces y sombras toda esta sección. Y en el teatral presto, Mozart crea un último segmento jovial y exultante que potencia las intervenciones de los instrumentos de viento. Algunos aspectos de la estructura y el contraste emocional interno de esta obra nos introducen de lleno en el sinfonismo de cuño beethoveniano.

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