PIOTR ILICH CHAIKOVSKI
Votkinsk, Rusia 1840 - San Petersburgo 1893

 

Concierto para violín y orquesta en Re, op. 35

(1878) – 34

Allegro moderato
Canzonetta:  Andante
Finale: Allegro vivacissimo

Sergei Dogadin, violín

 

Sinfonía n. 6 en sí m, "Patética", op. 74

(1893) – 45

Adagio. Allegro non troppo
Allegro con grazia
Allegro molto vivace
Finale: Adagio lamentoso

Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña
Juanjo Mena, dirección
Sergei Dogadin, violín

 

PRIMEROS VIOLINES  Raúl García, asistente de concertino / Maria José Aznar /    Walter Ebenberger /  Natalia Mediavilla / Katia Novell / Jordi Salicrú  / Gabriel Graells* / Diedrie Mano* / Ariana Oroño* / Oleksandr Sora*/ Yulia Tsuranova* Elitsa Yancheva* SEGUNDOS VIOLINES Alexandra Presaizen, solista / Emil Bolozan,  asistente / Maria José Balaguer / Jana Brauninger / Patricia Bronisz / Clàudia Farrés /  Mireia Llorens / Melita Murgea/ Josep Maria Plana / Robert Tomàs VIOLAS Josephine Fitzpatrick, asistente / David Derrico / Franck Heudiard / Michel Millet / Miquel Serrahima / Andreas Süssmayr / Irene Argüello * / Peter Bucknell *VIOLONCHELOS Jose Mor, solista / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Daniel Claret * / Carmen Enjamio * CONTRABAJOS Dmitri Smyshlyaev, asistente / Jonathan Campos / Josep Mensa / Matthew Nelson  FLAUTAS  Francisco López, solista / Laura-Leena Pauner * / Oihana Giménez *, flautín  OBOES Disa English, solista / José Juan Pardo CLARINETES Josep Fuster, asistente /  Alfons Reverté FAGOTS Silvia Corcelles,  solista / Noé Cantú TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragón / Juan Conrado García, asistente / David Bonet / Jesús Sánchez * TROMPETAS Mireia Farrés, solista  / Adrián Moscardó TROMBONES Gaspar Montesinos, asistente / Vicente Pérez / Raúl García, trombón bajo TUBA Daniel Martínez * TIMBALES Jose Vicente Faus * PERCUSIÓN Juan Francisco Ruiz / Manel Rueda *

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignacio Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández *

* colaborador

 

COMENTARIO

por Pep Gorgori

El diálogo entre las dos obras de Chaikovski que nos proponen hoy la OBC, Juanjo Mena y Sergei Dogadin es, al mismo tiempo, la celebración del final de una temporada convulsa y una invitación a reflexionar sobre cómo queremos disfrutar de la música que nos gusta. Dos aspectos que, como abonados a la orquesta, le tocan de cerca.

Es celebración para que las partituras de este compositor ruso siempre nos invitan a celebrar la música, a celebrar este fascinante instrumento que es la orquesta sinfónica. Y es reflexión porque pocos compositores encarnan tan bien como Tchaikovsky el contraste entre el favor del público y el desprecio de la crítica. Muchas generaciones han dejado de disfrutar de su música debido a los prejuicios que se instalaron en el imaginario colectivo con la misma contundencia que -paradojas del arte- sus propias melodías. «Tchaikovsky no se puede contar entre los grandes de la música», escribió Paul Henry Lang en su libro Music in western civilization (1941), que tuvo una influencia capital en los países anglosajones.

El Concierto para violín y orquesta en Re, op. 35 es una muestra de la capacidad de Tchaikovsky para conectar con su público. Bravura y virtuosismo conviven con el celebrado impulso melódico de sus creaciones más populares. Esto, sin embargo, no fue suficiente para la crítica del momento. Gestado en 1878, no se estrenó en Viena hasta el 1881. Eduard Hanslick saludó la composición calificándola de «música maloliente», y la partitura no se editó hasta 1888. En parte, por prejuicio; en parte, por las polémicas estéticas de su época, a esta obra se le reprochó que fuera poco creativa, poco profunda y que faltase un mensaje filosófico de fondo.

Tchaikovsky escribió este concierto en un momento vital terriblemente complejo, que coincidió con su matrimonio fracasado con Antonina Ivanovna Miliukova. Ahora, en pleno siglo XXI, ya podemos decir sin necesidad de hacer muchos matices que aquel fue probablemente un matrimonio acordado por disimular la homosexualidad del compositor, y que la presión social hacia una tendencia que se consideraba inmoral pasó factura a la artista. Sería inexacto, sin embargo, dejar aquí el análisis sin tener en cuenta sus dificultades económicas -Antonina, de hecho, estaba a punto de recibir una jugosa herencia, y esto también podría haber hecho muy conveniente el matrimonio- y el rechazo de la crítica que ya hemos visto. Hay muchos factores que afectaron la personalidad de Tchaikovsky, como la de cualquier otro ser humano.

Ahora bien, el Concierto para violín parece sobreponerse a todo ello, ya que el impulso de su música no hace pensar que detrás de la partitura haya una mente torturada. Pero esto tampoco es del todo exacto, ya que Tchaikovsky hay escondió, como mínimo, un mensaje discordante. En el tercer movimiento, en medio de una explosión virtuosística, inserta un pasaje que ya había usado en su ópera Yevgueni Oneguin, Escrita pocos meses antes. Se trata de un lamento fúnebre del rito ortodoxo conocido como panikhida, Que el compositor incluye en la escena en que la protagonista, Tatiana, escribe una carta declarando su amor a Oneguin. Se anticipa, así, el final amargo de aquella relación.

Mucho más evidentes, al tiempo misteriosas, son las connotaciones que encontramos en la sexta sinfonía. Tchaikovsky en dirigió el estreno diez días antes de morir y, como toda la producción de sus últimos años, está injertada de un aire de despedida, de sueño utópico y pesimismo. Aunque se dice que la escribió en sólo 24 días, este dato no es del todo cierta. La versión final sí la terminó rápidamente, pero antes no tuvo la idea que originó la sinfonía "Patética" hizo tantas pruebas que, de los borradores descartados, le salieron un movimiento del Concierto para piano número 3 y dos obras orquestales independientes.

¿Cuál es, pues, la idea de que le permitió sacar adelante este monumento de la literatura orquestal en menos de un mes? No tenemos ni idea. Es famosa la carta que escribió a su sobrino, Bob Davidov, asegurando que detrás esta sinfonía hay un programa que él tiene muy claro, pero que «permanecerá como un misterio para todos. Es completamente subjetivo, y mientras la componía en mi cabeza, no era inusual que me pusiera a llorar ».

Tchaikovsky, el compositor supuestamente poco profundo y nada filosófico, se despide de la sinfonía con una obra que comienza citando la sonata "Patética" de Beethoven en el primer movimiento y que termina con un bajo de lamento procedente de la música barroca. Incluso va más allá: el ritmo de la panikhida de Oneguin y Tatiana vuelve a hacer acto de presencia en el primer movimiento, el segundo y el cuarto.

El programa, en definitiva, nos invita a escuchar la música sin prejuicios. La de Tchaikovsky, la de los creadores que hoy siguen escribiendo para orquesta o la de cualquier otro época o estilo que nos atraiga. Descubrimos música, descubrimos intérpretes, infórmese y formamos un criterio. Vamos al fondo. Debatimos. Para la próxima temporada, L'Auditori nos propone como temas centrales el amor y el odio. A quién amaremos? A quien odia? Tenemos todo el verano para irnos preparando la respuesta.

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