QUARTET CASALS:

SOFIA GUBAIDULINA
(Chístopol, Rusia 1931)

Reflections on theme BACH

(2002) – 7’

 

QUATUOR ÉBÈNE:

WOLFGANG AMADEUS MOZART
(Salzburgo 1756 - Viena 1791)

Cuarteto de cuerda n.º 14 en Sol Mayor, KV 387

(1782) – 29

I. Allegro vivace assai
II. Menuetto
III. Andante cantabile
IV. Molto allegro

 

PAUSA 15

 

QUATUOR ÉBÈNE:

JOHANNES BRAHMS
(Hamburgo 1833 - Viena 1897)

Cuarteto de cuerda n.º 3 en Si b, op. 67

(1875) – 36

I. Vivace
II. Andante
III. Agitato (Allegretto non troppo) – Trio – Coda
IV. Poco Allegretto con Variazioni

QUARTET CASALS

Abel Tomás, violín
Vera Martínez, violín
Jonathan Brown, viola
Arnau Tomàs, violonchelo

 

QUATUOR ÉBÈNE

Pierre Colombet, violín
Gabriel Le Magadure, violín
Marie Chilemme, viola
Raphaël Merlin, violonchelo

COMENTARIO

por Joan Grimalt

En las Reflexiones sobre el tema B-A-C-H, Sofia Gubaidúlina despliega su capacidad expresiva y retórica en un discurso variado y fragmentario. Por encima de la exploración sonora, y de la referencia culminante —y consonante— a las iniciales de J. S. Bach a las que alude el título, luce sobre todo una capacidad comunicativa que la distingue de tantos compositores de su generación.

El Cuarteto en Sol, KV 387, conocido como “La primavera”, forma parte de la serie de seis cuartetos que Mozart dedicó a Joseph Haydn. La ironía que es común en los dos maestros y amigos, que aprendieron el uno del otro, se manifiesta desde el primer movimiento, que alterna referencias serias y comediantes —como lo han hecho siempre las comedias. En segundo lugar, asistimos a una auténtica deconstrucción desde dentro del viejo minué, el género que al final del siglo XIX se identificaba con la decadente aristocracia que recibe una lección en forma de irregularidades métricas y de riqueza motívica asombrosas. Para completarlo, la parte central (denominada “Trio”) parece una referencia irónica a la ópera trágica, el pasatiempo favorito de la nobleza barroca. El tercer movimiento, andante, entra en terrenos más serios, a veces incluso tenebrosos, algo muy de acuerdo con el gusto de aquel tiempo, y todavía más del Romanticismo. El cuarteto se cierra con un fugato que remite al finale de la sinfonía “Júpiter”. Como allí, la seriedad extrema de la polifonía arcaica se disuelve en la comedia y la contradanza. En medio, una transición lleva a músicos y oyentes a la ópera, un género en el que Mozart se siente como en casa, o incluso mejor.

Brahms calificó su Cuarteto de cuerda n. 3 en Sí bemol como «una bagatela inútil, para evitar la seriedad de la sinfonía», refiriéndose a su primera sinfonía, que se estrenó una semana más tarde que este cuarteto. En el primer movimiento, un elemento teatral y siniestro se contrapone a la joya asociada a la caza y al pseudofolclore, que mantienen la primera y la última palabra. El andante presenta un contraste parecido entre su sección central, patética, y las dos que le hacen de marco, líricas y serenas. En tercer lugar, el scherzo recupera la referencia patética y la contrapone al trío central, un vals melancólico. La viola ejerce un papel solista muy destacado, y el tercer movimiento acaba con un carácter sorprendente, luminoso y plácido. Cierra la obra un tema con variaciones divertido de tocar y de escuchar, que parece repasar sucesivamente todos los colores, de los más oscuros a los más humorísticos, de los movimientos anteriores.

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