EL JARDÍN DE FARINELLI
JOSÉ DE NEBRA (Calatayud 1702 – Madrid 1768)
Obertura de Iphigenia en Tracia
Allegro
RICCARDO BROSCHI (Nápoles ca. 1698 – Madrid 1756)
Son qual Nave che agitata
JOSÉ CASTEL (Tudela 1737 – 1807)
Sinfonía n.º 3
Allegro
Minuetto
VICENTE BASET (Valencia 1719 – Madrid 1764)
Apertura a piu stromenti [Bas-5]
Allegro assay
Adagio
Allegro
BERNARDO ÁLVAREZ ACERO (Madrid 1766 – 1821)
Fandango
ATTILIO ARIOSTI (Bolonia 1666 – Londres 1729)
Fortunate passate mie pene (de Astaxerxes)
NICOLÁS CONFORTO (Nápoles 1718 – Aranjuez 1793)
Sinfonía de Siroe
Andante alla francese
GEORG FRIEDRICH HÄNDEL (Halle, Alemania 1685 – Londres 1759)
Cara sposa (de Rinaldo)
SANTIAGO DE MURCIA (Madrid 1673 – 1739)
Cumbees
ANÓNIMO
Tanta copia de hermosura
VICENTE BASET
Apertura a piu stromenti [Bas-3]
Allegro assay
Adagio
Allegro
GEMINIANO GIACOMELLI (Plasencia, Italia 1692 – Loreto, Italia 1740)
Quell'usignolo che innamorato
La duración del concierto es de 75 minutos
Forma Antiqva:
Carlos Mena, contratenor / Daniel Pinteño, violín / Fumiko Moire, violín / Daniel Lorenzo, viola / Elisa Joglar, violonchelo / Jorge Muñoz, contrabajo / Pablo Zapico, archilaúd
Aarón Zapico, clavicémbalo y dirección
COMENTARIO
por Javier Sarría Pueyo
CORTE, TEATRO Y CALLE EN EL MADRID DE FARINELLI
El grueso de las composiciones que esta tarde escuchará el lector gira en torno a la célebre figura de Carlo Broschi, conocido como Farinelli (1705-1782). El castrado napolitano fue, ante todo, un cantante, quizás el más famoso de su época y, sin duda, el emasculado que en nuestros tiempos la memoria más ha recordado. Para él se compusieron infinidad de roles operísticos con arias de dificultad extrema. Son, sin duda, las que compuso su hermano Riccardo (Son quién nave che agitada) y Geminiano Giacomelli (Quell'usignolo che innamorato), ambas incardinadas en el llamado estilo napolitano, más decorativo que profundo. No es el caso de Fortunate passate mie pene de Attilio Ariosti, ni mucho menos el de Cara sposa de Haendel, con quien coincidió en Londres durante su estancia entre 1734 y 1737, arias plenamente barrocas de enorme calado.
Tras su viaje a las islas británicas, Carlo se estableció en Madrid, invitado por Isabel de Farnesio a fin de aplicar una especie de musicoterapia avant la lettre a su deprimido marido; no volvió a cantar en público. Allí permaneció al servicio, consecutivamente, de Felipe V y Fernando VI hasta que Carlos III lo expulsó de la corte (“¡Los capones en la mesa!” se dice que dijo) en 1760; después, se retiró a Bolonia. En España, Farinelli no solo se dedicó a cantar en privado para la familia real, sino que fue el responsable de organizar todo tipo de espectáculos musicales, tanto en la corte como en el teatro, ya que fue nombrado director del Coliseo del Buen Retiro, principal escenario musical de Madrid, que vivió, además, el aluvión italianizante que dominó la música española desde entonces. Allí se incardinan la magnífica obertura de Iphigenia en Tracia, de José de Nebra, y la sinfonía de Siroe del italiano Nicolás Conforto o las composiciones del valenciano Vicente Baset, violinista del Buen Retiro que, como sus compañeros, se trasladaba a Aranjuez cada año con la real familia para tocar bajo los auspicios de Farinelli.
Fuera de este marco cronológico se sitúan las aportaciones del tudelano José Castel ―conocido por sus tonadillas escénicas y sainetes― y de Álvarez Acero, de quien poco se sabe. Ambos se ubican en plena Ilustración como representantes del casticismo hispano, como bien puede apreciarse en el Fandango del segundo. Y, por el otro extremo cronológico, nos encontramos con Cumbees del guitarrista Santiago de Murcia, pieza conservada en el Códice Saldívar IV, precioso testimonio de la música peninsular en el México virreinal.