CONCIERTO DEDICADO A LA MARATÓ

 

ANDREA TARRODI
(Estocolmo 1981)

Liguria

(2012) – 1a audició – 10

Olas – Horizonte – Senda azul – Colores – Montañas – Estrellas

 

CARL NIELSEN
(Norre-Lyndelse, Dinamarca 1865 – Copenhague 1931)

Concierto para clarinete y orquesta, op. 57

(1928) – 24

Allegro un poco
Poco Adagio
Allegro non troppo
Allegro vivace

Pablo Barragán, clarinete

 

PAUSA 20

 

JEAN SIBELIUS
(Hämeenlinna, Finlandia 1865 – Järvenpää, Finlandia 1957)

Simfonia n.º 2 en Re Mayor, op. 43

(1901-02) – 44

Allegretto
Tempo andante ma rubato
Vivacissimo
Finale: Allegro moderato

ORQUESTA SINFÓNICA DE BARCELONA Y NACIONAL DE CATALUÑA
ANJA BIHLMAIER, DIRECCIÓN
PABLO BARRAGÁN, CLARINETE

 

PRIMEROS VIOLINES Jaha Lee, concertino asociada / Raúl García, asistente de concertino / Sarah Bels / Walter Ebenberger / Ana Galán / Natalia Mediavilla / Katia Novell / Pilar Pérez / Jordi Salicrú / Andrea Duca* /  Diedrie Mano* / David Olmedo* / Yulia Tsuranova* / Elitsa Yancheva*  SEGUNDOS VIOLINES Emil Bolozan, asistente / Maria José Balaguer / Claudia Farrés / Mireia Llorens / Melita Murgea / Antoni Peña / Josep Maria Plana / Paula Bancivo* / Asia Jiménez* / Sei Morishima* / Adriano Ortega* / Marina Surnacheva*  VIOLAS David Derrico / Christine de Lacoste / Miquel Serrahima / Jennifer Stahl / Michel Millet / Andreas Süssmayr / Irene Argüello* / Bernat Bofarull* / Félix Gallego* / Cristina Izcue* / Javier López*  VIOLONCHELOS  Jose Mor, solista / Charles-Antoine Archambault, solista / Lourdes Duñó / Vincent Ellegiers / Marc Galobardes / Jean Baptiste Texier / Jonathan Cottle* / Amaia Ruano*  CONTRABAJOS Christoph Rahn, solista / Dmitri Smyshlyaev, asistente /  Apostol Kosev / Matthew Nelson / Albert Prat / Nenad Jovic*  FLAUTAS  Francisco López, solista / Beatriz Cambrils / Ricardo Borrull, flautín  OBOES Disa English, solista / José Juan Pardo / María José Meniz*, corno inglés CLARINETES Angel Belda*, solista invitado / Francisco Navarro / Lidia Tejero, clarinete en mi bemol FAGOTS Silvia Coricelli, solista / Noé Cantú / Slawomir Krysmalski, contrafagot TROMPAS Juan Manuel Gómez, solista / Joan Aragón / Juan Conrado García, asistente / Alma García*  TROMPETAS Mireia Farrés, solista / Adrián Moscardó / Andreu Moros *  TROMBONES Eusebio Sáez, solista / Vicent Pérez / Juan Luis Bori*, trombón bajo  TUBA Daniel Martínez *  TIMBALES Marc Pino, asistente  PERCUSIÓN Juan Francisco Ruiz / Ignasi Vila / Miquel Angel Martínez *  ARPA Magdalena Barrera, solista

ENCARGADO DE ORQUESTA Walter Ebenberger  
RESPONSABLE DE DOCUMENTACIÓN MUSICAL Begoña Pérez
RESPONSABLE TÉCNICO Ignacio Valero
PERSONAL DE ESCENA Luis Hernández *

* Colaborador

COMENTARIO

por Marina Hervás

Liguria hace referencia al mar homónimo que recala en cinco pueblos de pescadores: Riomaggiore, Manarola, Corniglia, Vernazza y Monterosso. En ellos Tarrodi pasó unos días en 2011 y quedó profundamente fascinada. La música intenta, explícitamente, recorrerlos mediante el sonido, como explica la propia compositora: “Riomaggiore, con sus altas olas; Manarola, con su torre del reloj; Monterosso, donde los bañistas se apresuraban estresados para asegurarse un lugar en la playa y abrir sus coloridas sombrillas (...); Vernazza, con su torre de vigilancia y sus acantilados, y, por último, Corniglia, donde el cielo nocturno se llenaba de estrellas”. La música, muy compacta en la orquestación, busca crear atmósferas sonoras diferenciadas que toman como referencia esos elementos característicos de cada lugar según su experiencia. Es decir, no encontramos una representación idealizada, sino el ejercicio de intentar llevar a la escritura las sensaciones de la compositora en cada uno de los pueblos a partir de lo más destacado de cada uno. La percusión y el viento metal sirven para construir el entorno de Riomaggiore, un pueblo que surge de las mismas rocas al lado del mar. En Manarola se escucha la campana rodeando el trabajo melódico, fundamental en el oboe, que luego retoman los violines. El lirismo y la serenidad de Manarola dan paso al bullicio de Monterosso, un ritmo ostinato juguetón ornamentado por pequeñas intervenciones del viento. Vernazza y Corniglia son dos piezas más contemplativas, en las que se buscan texturas cristalinas.

El Concierto para clarinete de Nielsen coincide con la pieza de Torradi en que, formalmente, también va pasando por cinco temas que subdividen el movimiento continuo en el que está construido. Nielsen quería mostrar la capacidad de contraste sonoro del clarinete, para él “a la vez cálido y completamente histérico, suave como un bálsamo y chillón como un tranvía sobre raíles mal engrasados”. El primer tema tiene un comienzo (o, en jerga musical, una “cabeza”) muy reconocible. Lo enuncian desde el principio los chelos y se extiende al resto del allegro. Tiene un carácter juguetón, remarcado especialmente por el redoble de tambor que juega a interrumpir al clarinete. El clímax del movimiento llega con una trepidante cadencia que preludia la reexposición temática. El segundo “movimiento” comienza con una especie de coral de trompas cuyo tema expande la melodía del clarinete. No obstante, la solemnidad inicial se difumina según avanza el movimiento, algo especialmente significativo cuando comienza el acompañamiento circular de las cuerdas y, de nuevo, irrumpe, como una amenaza, el tambor. El tercer “movimiento” comienza tímidamente con la enunciación del corte melódico: ascendente con saltos cromáticos. La pieza concluye con una melodía dulce en clarinete, apoyada por los fagots, que de nuevo se ve provocada por la cuerda y el tambor. Toda la pieza, así, se convierte en un our de force del clarinete contra la orquesta. La tensión surge, por tanto, de la interrupción.

Sibelius también elaboró sus primeros esbozos de la Sinfonía n. 2 en un viaje a Italia —y, más concretamente, en Florencia y Rapallo— en abril de 1901. No obstante, esas ideas iniciales no estaban aún concebidas para una sinfonía, sino más bien para ser uno o varios poemas sinfónicos. Finalmente, en enero de 1902, había concluido la sinfonía que, aunque no partía de un programa explícito, fue entendida como un manifiesto sonoro contra el proceso de rusificación de Finlandia, que había arrancado en 1899. Esta no solo implicaba la pérdida de independencia, sino que generó numerosos procesos de oposición y resistencia por parte de la población civil. Aunque Sibelius rechazó esta lectura, no es extraño que el público la interpretara así, pues el compositor se había sumado a la corriente de artistas que defendía la lengua y cultura finesas, produciendo un importante número de obras destinadas a valorarlas. La pieza se abre con gran serenidad, aunque pronto se oscurece con la entrada de clarinete y el solo de la sección de violines, más ambigua. Este doble carácter es constante en el movimiento, como si no hubiese confianza en la posibilidad de la calma, siempre atormentada. El segundo movimiento comienza con el timbal, que deja paso a un misterioso pizzicato de los chelos que lleva a una oscura melodía del fagot. Con la entrada de viento madera y la cuerda, se vuelve cada vez más intenso el material presentado anteriormente. El tercer movimiento comienza con una nerviosa célula que va pasando por los distintos instrumentos. Representa bien el proceder compositivo de Sibelius: de elementos mínimos, aparentemente insignificantes, construye toda la obra. El finale nos explica bien la interpretación triunfante de la pieza: la melodía en cuerdas, sostenida por un ostinato en viento madera, supone una redención luminosa tras el contraste de caracteres de la sinfonía hasta entonces, como un canto a la esperanza.

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